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Tras casi nueve años de experimentos y trabajo de campo en zonas pobres y
rurales de su país natal, el científico indio Sugata Mitra, actualmente
profesor de tecnología de la educación en la Universidad de Newcastle,
llegó a una atrevida hipótesis: en el siglo XXI, y dada la limitación de
recursos pedagógicos en ciertas zonas del mundo, grupos de niños podrán
saltarse todo el ciclo escolar con el uso de ordenadores e Internet.
Mitra nos explica también su punto de vista sobre cómo Internet está
cuestionando los principios educativos en los países en vías de
desarrollo y cómo esto afectará al futuro de las economías
desarrolladas.
«Un profesor que pueda ser reemplazado por una máquina, ¡debería
ser reemplazado! Así pues, en vez de proporcionarles malos profesores,
¡creo que es mejor que les demos máquinas!»
El
científico educacional dejó Delhi para irse a la remota India rural a fin de comprobar
si niños entre 6 y 12 años que nunca habían visto un ordenador también serían
capaces de aprender a usarlo. El primer problema fue dónde colocar el ordenador
para que los niños lo usasen. «Ponerlo en la sede del gobierno local habría sido
casi como ponerlo en la comisaría; si lo hubiésemos puesto en el colegio, el
director lo habría cerrado bajo llave diciendo "Es demasiado caro para jugar
con él», señala. Finalmente se decidió empotrar las máquinas en un muro a modo
de quiosco y dejarlo al alcance de todos en un espacio público.
La primera sorpresa que se llevó el científico fue ver con qué rapidez
niños que nunca habían visto un ordenador empezaban a navegar, en cuestión de
pocos minutos. Cuando Mitra les preguntó cómo habían aprendido tantas cosas
sobre ordenadores, uno de los chicos le soltó: «¿Y qué es un ordenador?».
La segunda sorpresa importante fue que, para los niños, el hecho de que los
contenidos estuviesen en inglés no representó ningún problema; aprendieron el
idioma muy rápido, por lo que el profesor Mitra aumentó la dificultad del
experimento. «Dejé enlaces de Internet en el escritorio y durante el primer mes
los niños fueron clicando en ellos. Entonces descubrieron Google y ¡a partir de
ahí todo empezó a cambiar!», explica con una carcajada. Los chicos empezaron a
sacar mejores notas en el colegio, especialmente en matemáticas, inglés y
ciencias. «De repente, sabían más que sus profesores sobre temas concretos
porque buscaban en Google todas las cosas de las que oían hablar», y prosigue:
«Así que hará unos meses, en un pequeño pueblo de Tamil Nadu, me propuse llevar
el experimento hasta el límite. Dejé en el escritorio material biotecnológico
para demostrar la imposibilidad de que niños de 6 a 12 años hablantes de tamil pudiesen
aprender algo sobre el ADN. Cuando volví tres meses más tarde y los examiné,
sacaron una nota media del 30%, ¡habiendo aprendido las bases de la
genética en un idioma extranjero!».
Seguidamente, el científico indio pensó que había llegado el momento de
arriesgarse de verdad, y planteó la siguiente hipótesis: en el siglo XXI, y dada la extrema limitación de
recursos educativos en la mayoría de las áreas rurales del mundo en vías de
desarrollo, grupos de niños -independientemente de su estatus social,
económico, étnico o incluso lingüístico- podrán saltarse todo el ciclo escolar.
«Me di cuenta de que en muchas zonas rurales remotas del mundo simplemente no
podemos aportar suficientes colegios, y mucho menos buenos profesores. Y soy
consciente de que esto no va a gustar a mucha gente; de hecho, una crítica
habitual al método The Hole in the Wall es que una máquina nunca podrá
reemplazar a un profesor. Mi respuesta es ésta: Un profesor que pueda ser
reemplazado por una máquina, ¡debería ser reemplazado! Así pues, en vez de proporcionarles
malos profesores, ¡creo que es mejor que les demos máquinas!», asevera.
«En la senda de la sociedad industrial hacia la
del conocimiento, el papel y los procedimientos de la amistad toman más fuerza
que el papel de la violencia o la agresión. Los niños ya han entendido que la
colaboración es la manera de avanzar»
Sugata Mitra y su equipo
llegaron a la firme conclusión de que los niños son capaces de organizar su propio
aprendizaje en torno a un ordenador, además de aprender cómo compartir y
enseñarse los unos a los otros. «En la senda de la sociedad industrial hacia la
del conocimiento, el papel y los procedimientos de la amistad toman más fuerza
que el papel de la violencia o la agresión. Los niños ya han entendido que la
colaboración es la manera de avanzar».
Pero las posibilidades de la educación mínimamente invasiva tiene
consecuencias más allá de la cuestión de cómo mejorar la educación primaria en
las zonas rurales de los países en desarrollo. En una época en que las
economías desarrolladas deben esforzarse para cubrir las vacantes de alta cualificación,
el profesor Mitra ha detectado el gran reto que se presenta a las economías
occidentales. Por un lado, la transferencia de puestos poco cualificados o mal
pagados a India y China resulta en un incremento del nivel de vida en esos
países. Por otro lado, si las condiciones en sus países de origen mejoran, los
actuales trabajadores altamente cualificados, entre ellos muchos indios que
trabajan en el sector IT estadounidense o británico, volverán a sus casas. «Muchos
de mis estudiantes de doctorado dicen: "¿Por qué debería trabajar en
Inglaterra, donde todo es más caro, si puedo cobrar lo mismo en Bangalore?". Viendo
cómo progresa India, quieren volver a vivir ahí», concluye.
En el futuro, ya no
se podrá conseguir que la población urbana con una buena formación emigre por
un trabajo, así que será necesario ir a pequeñas facultades de pueblos
diminutos, donde la calidad de la educación por lo general es terrible, a fin
de encontrar a gente cualificada para las economías desarrolladas. «Como
pedagogo, creo que ésta es una situación irónica: al mundo desarrollado le toca
ahora mejorar la educación en la
India y la
China rurales no porque sea una buena causa, sino porque
resulta vital para su propia supervivencia».
Por Doris Obemair
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Fuente:
http://www.hole-in-the-wall.com/